jueves, 28 de noviembre de 2013

Mi Vieja Morada


Secretos

Secretos


Quisiera anotar tu nombre en la memoria del tiempo
Y hacerte mi cómplice de una aventura inaceptada,
Quisiera recordarte siempre
Como ansiosa luz de la mañana,
Y repasar con mi mirada,
Cada rayo de tu luz atizada,
Quisiera ser tu sueño y tu desvelo,
Tu pasión y tu lucero,
Quisiera ser tan solo,
La poesía no cantada…
La mirada que te cuenta un secreto.

Más he de querer tantas cosas,
Que la vida misma que me ha sido dada
Pudiera llegar a ser
Desatinadamente corta,
Pero aún a pesar, de este presagio de vida anunciada,
Solo puedo querer contarte
Lo mucho que te extraño,
Lo mucho que te amo,
Lo mucho que quiero cantarte un soneto,
… Pero realmente no puedo, no puedo,
Porque he prometido... guardar el secreto.

 Mito, 19 de Marzo de 2009.

Conviviendo con las Almas


Limbo

Limbo
Evocando a Javier Heraud

Si fuera un día gris como el de hoy,
gris por la mañana y por la secuela de las cosas,
secuencias de hechos y de recuerdos ingratos,
gris por la falta de calor en las mañanas,
gris por la soledad de la palabra no habida... no hallada.

Si fuera un día gris como el de hoy,
Yo si tengo miedo de morir Javier,
tengo miedo de las cosas
y de la gente que no me rodea,
tengo miedo de la estancia con un sillón vacío,
que ha depositado en lo mullido,
los cuerpos cansados que han hecho historia de pasajeros;
perdóname Javier,
pero esos pasajeros se han marchado
y han dejado su calor depositado
en los tiempos que no se recuperan.

Más si fuera un día de tibia primavera,
no tendría miedo de morir,
morir entre los brazos de una tarde clara,
clara como el rostro de la palidez de una muerte temprana,
aquella que avisa antes de toda hora;
no tengo miedo de morir Javier,
porque al morir entre rostros afables de paz cercana,
no me da miedo la muerte.

Voy a morir entre los cantos que nunca canté en público,
entre las páginas que nunca desnudaron
sus ideas íntimas,
en la playa que me cobijara
confundiendo mis cenizas con la arenisca,
voy a morir desdeñandole a la vida sus pasadas horas,
pasadas de todo tiempo, pasadas de toda historia;
porque mi historia se ha escrito en el camino
y porque los sueños se han perdido de memorias.

No tengo miedo de morir
si en mi muerte voy a hacerlo con agrado
de cosas nuevas,
y de la nueva existencia,
porque he de irme sin marcharme...
porque mis pasos se han quedado y han echado raíces,
en el llano,
en la vera...
en el tiempo,
que no espera... que no espera... Javier,
por eso, no tengo miedo de morir,
si con mi muerte he de partir,
pero nunca he de alejarme.


Mito, 17 de Noviembre de 1,995.

Palidez

Palidez

Sus ojos palidecieron al compás de la historia,
no existían rasgos de incertidumbres que pudieran mostrar
el descaro de sus lágrimas en su recorrido habitual;
pues esa pena,
la que llevaba entre la palidez de sus ojos y de sus entrañas,
era notoria en los abriles de cada año,
era notoria en la existencia de las alegrías ajenas,
era notoria en lo que sus pensamientos rescataban,
siempre notoria... siempre notoria.

El punto final que nunca había llegado
se mostraba ahora y cada vez con más frecuencia,
los tiempos ya no eran los mismos,
ya no era la entrega desmedida a los demás
y ya tampoco el viejo reclamo perdido en iconos de viento;
todo y casi todos habían cambiado,
casi todos menos él,
su semblante delataba angustias postergadas
- consecuencias del viejo reclamo -
y su hosca voz se había convertido en su peor enemiga,
sus reclamos ya no eran al viento,
a la luna, al camino, al destino,
su voz le anidaba en el alma recuerdos vivos
de amigos muertos,
de hechos inciertos que ciertamente quedarían
sin resolver,
pero su voz ya no escondía tiempos fugaces,
sólo le recordaba
que la palidez de sus ojos ya tenía un dueño,
y que era cuestión de tiempo entregarla.

Ahora miraba el crepúsculo con pena,
y la palidez de sus ojos ahora enrojecía,
rojo como la sangre,
rojo como la vida,
rojo como la entrega de la vida misma.
Por el surco habitual horadado en su piel,
se deslizaban siete lágrimas,
siete lágrimas que databan historia,
una lágrima por cada día.
Ahora su piel que quiere ser pasado,
se vuelve contra sus venas que han echado raíces
en las memorias de todos los tiempos,
reclamando, profiriendo, gritando y gritando;
pero la palidez temprana de sus ojos tiene dueño,
y el desvelo es a tiempo de retrasar la cita,
que tiene con la muerte.

 Mito 21 de Diciembre de 1,994

Trigal


La Jaula Blanca