Las letras me han permitido plasmar mis pensares y mis sentimientos, no soy un hombre de formación literaria, pero tengo pasión por componer, por redactar un cuento, una novela, y más por un poema. No quiero sino agradecerles la visita a este íntimo espacio en que les comparto mis letras.
domingo, 15 de diciembre de 2013
sábado, 14 de diciembre de 2013
lunes, 9 de diciembre de 2013
viernes, 6 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
sábado, 30 de noviembre de 2013
jueves, 28 de noviembre de 2013
Secretos
Secretos
Quisiera
anotar tu nombre en la memoria del tiempo
Y
hacerte mi cómplice de una aventura inaceptada,
Quisiera
recordarte siempre
Como
ansiosa luz de la mañana,
Y
repasar con mi mirada,
Cada rayo de tu luz atizada,
Quisiera
ser tu sueño y tu desvelo,
Tu
pasión y tu lucero,
Quisiera
ser tan solo,
La
poesía no cantada…
La
mirada que te cuenta un secreto.
Más he
de querer tantas cosas,
Que la
vida misma que me ha sido dada
Pudiera
llegar a ser
Desatinadamente
corta,
Pero aún
a pesar, de este presagio de vida anunciada,
Solo
puedo querer contarte
Lo
mucho que te extraño,
Lo
mucho que te amo,
Lo
mucho que quiero cantarte un soneto,
… Pero
realmente no puedo, no puedo,
Porque
he prometido... guardar el secreto.
Mito, 19
de Marzo de 2009.
Limbo
Limbo
Evocando a Javier Heraud
Si fuera un día gris como el de hoy,
gris por la mañana y por la secuela de las
cosas,
secuencias de hechos y de recuerdos
ingratos,
gris por la falta de calor en las
mañanas,
gris por la soledad de la palabra no
habida... no hallada.
Si fuera un día gris como el de hoy,
Yo si tengo miedo de morir Javier,
tengo miedo de las cosas
y de la gente que no me rodea,
tengo miedo de la estancia con un sillón vacío,
que ha depositado en lo mullido,
los cuerpos cansados que han hecho
historia de pasajeros;
perdóname Javier,
pero esos pasajeros se han marchado
y han dejado su calor depositado
en los tiempos que no se recuperan.
Más si fuera un día de tibia primavera,
no tendría miedo de morir,
morir entre los brazos de una tarde
clara,
clara como el rostro de la palidez de
una muerte temprana,
aquella que avisa antes de toda hora;
no tengo miedo de morir Javier,
porque al morir entre rostros afables de
paz cercana,
no me da miedo la muerte.
Voy a morir entre los cantos que nunca
canté en público,
entre las páginas que nunca desnudaron
sus ideas íntimas,
en la playa que me cobijara
confundiendo mis cenizas con la arenisca,
voy a morir desdeñandole a la vida sus
pasadas horas,
pasadas de todo tiempo, pasadas de toda
historia;
porque mi historia se ha escrito en el
camino
y porque los sueños se han perdido de
memorias.
No tengo miedo de morir
si en mi muerte voy a hacerlo con agrado
de cosas nuevas,
y de la nueva existencia,
porque he de irme sin marcharme...
porque mis pasos se han quedado y han
echado raíces,
en el llano,
en la vera...
en el tiempo,
que no espera... que no espera...
Javier,
por eso, no tengo miedo de morir,
si con mi muerte he de partir,
pero nunca he de alejarme.
Mito,
17 de Noviembre de 1,995.
Palidez
Palidez
Sus ojos palidecieron al compás de la
historia,
no existían rasgos de incertidumbres que
pudieran mostrar
el descaro de sus lágrimas en su
recorrido habitual;
pues esa pena,
la que llevaba entre la palidez de sus
ojos y de sus entrañas,
era notoria en los abriles de cada año,
era notoria en la existencia de las
alegrías ajenas,
era notoria en lo que sus pensamientos
rescataban,
siempre notoria... siempre notoria.
El punto final que nunca había llegado
se mostraba ahora y cada vez con más frecuencia,
los tiempos ya no eran los mismos,
ya no era la entrega desmedida a los
demás
y ya tampoco el viejo reclamo perdido en iconos de viento;
todo y casi todos habían cambiado,
casi todos menos él,
su semblante delataba angustias
postergadas
- consecuencias del viejo reclamo -
y su hosca voz se había convertido en su
peor enemiga,
sus reclamos ya no eran al viento,
a la luna, al camino, al destino,
su voz le anidaba en el alma recuerdos
vivos
de amigos muertos,
de hechos inciertos que ciertamente
quedarían
sin resolver,
pero su voz ya no escondía tiempos
fugaces,
sólo le recordaba
que la palidez de sus ojos ya tenía un
dueño,
y que era cuestión de tiempo entregarla.
Ahora miraba el crepúsculo con pena,
y la palidez de sus ojos ahora
enrojecía,
rojo como la sangre,
rojo como la vida,
rojo como la entrega de la vida misma.
Por el surco habitual horadado en su
piel,
se deslizaban siete lágrimas,
siete lágrimas que databan historia,
una lágrima por cada día.
Ahora su piel que quiere ser pasado,
se vuelve contra sus venas que han
echado raíces
en las memorias de todos los tiempos,
reclamando, profiriendo, gritando y
gritando;
pero la palidez temprana de sus ojos
tiene dueño,
y el desvelo es a tiempo de retrasar la
cita,
que tiene con la muerte.
Mito 21 de Diciembre de 1,994
sábado, 23 de noviembre de 2013
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